Los primeros objetos artísticos que se podían encontrar en Chile, eran esculturas y cuadros que provenían de Cuzco, Potosí o Quito, los cuales eran centros de intensa producción artística, cuyas obras rondaban en todo el continente americano. Al mismo tiempo, habían dibujos que acompañaban los relatos de viaje de los conquistadores y evangelizadores que llegaban a Chile.
En el siglo XVII comenzaron a aparecer los primeros talleres con oficio artístico en Chile, y en conjunto, las primeras obras, que tenían una función delimitada, que era: la evangelización de una población casi completamente analfabeta, y la decoración de monasterios de diferentes órdenes religiosas. Las obras de esta época tenían como referencia objetos artísticos de Perú o España, que los artistas acomodaban al contexto y limitación de materiales disponibles, causando variaciones que caracterizaron el arte de esta época. La simbología indígena, fue lentamente tomando un sutil protagonismo en representaciones religiosas, llegando a convertirse en uno de los aspectos más característicos dentro del arte colonial.
En el siglo XVIII, un sacerdote trajo consigo 45 misioneros, desde España a Chile, entre estos habían carpinteros, pintores y escultores, los cuales venían con una formación artística alemana, e iniciaron una renovación en el estilo de retablos religiosos y otros objetos de arte. A fines de este siglo, las primeras ideas republicanas, en conjunto con el crecimiento económico, mejorando de esta manera el contexto, haciéndolo más favorable a las artes visuales y sacándolo de la tendencia religioso y acercándolo a la idea moderna.
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